lunes, 21 de julio de 2008

¿Por qué persiste la pobreza?


La pregunta sugiere una verdad pocas veces discutida: ¿Tiene la pobreza causas, como tiene -por ejemplo- la riqueza? A mi entender, la respuesta es -sencillamente- no. Siendo el hombre moderno una evolución del primitivo, y teniendo presente que hasta hace solo 120 años casi la totalidad del género humano vivía bajo lo que hoy consideramos extrema pobreza, lo que hace resaltar la pobreza existente es la riqueza que visualizamos día a día. En otras palabras, probablemente la dicotomía pobreza-riqueza no era tema de discusión, ni de preocupación hace tres mil años, y toma sentido recién en las primeras ciudades-estados; es recién con la formidable riqueza creada a partir -sobretodo- de la segunda revolución industrial donde se abren los ojos, y se encuentra a un enemigo común: la pobreza. La riqueza, por otro lado, sí tiene causas evidentes: la creatividad, el ingenio, la persuasión, las habilidades artísticas o atléticas, la innovación científica y tecnológica, el descubrimiento de nuevas formas de trabajo o cooperación, el esfuerzo y la inteligencia humana -por supuesto- en la explotación de la naturaleza; en general, cualquier forma de creación de valor, aunado a la cooperación y a la división del trabajo. Retomando la pregunta del título, ¿Qué razones destacan al analizar la pobreza hoy existente? Primero, debieramos analizar qué medios enriquecieron a los países "desarrollados". Si bien las razones son vastas, hay ciertos denominadores comunes: el sistema de incentivos prevaleciente, sin duda, será uno de ellos. Este sistema es el corolario de una variedad de variables, como son la calidad institucional, el respeto a la propiedad y al estado de derecho, la libertad individual y comercial, entre otros.Contradictoriamente, los países del "tercer mundo" -notoriamente los africanos y los latinoamericanos- persisten en sistemas que atentan recurrentemente contra cualquier signo de crecimiento, desestabilizando políticamente, persiguiendo a los productivos, castigando la creatividad y el desarrollo, impidiendo la formación de capital personal, castrando cualquier sistema de estabilidad institucional. Sin duda, un popurrí de razones que espantarían al más pintado. Hoy en día cualquier país, sin importar su estructura demográfica o situación geográfica, puede optar por el camino del desarrollo si se lo propone. Para asombro de algunos, no es la caridad internacional o la benevolencia de los ricos locales la forma mágica de acortar la distancia, sino la acción individual en un sistema apropiado de incentivos y respeto a la propiedad privada. Ya depende de cada país si decide por el camino del desarrollo, o por el del atraso y la miseria.

Juan José Garrido Koechlin
Fundador y Director Ejecutivo del Instituto Acción

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